
El parque ecológico Walter Thilo Deininger se extiende sobre 1,047 manzanas, en la planicie costera y las montañas. Constituye una de las principales reservas de El Salvador, aunque es,a la vez, una de las menos conocidas del público. Lleva el nombre de un altruista que la donó al Estado en 1970. Walter T. Deininger nació en 1891 en Santiago Atitlán. En 1939, renunció a la nacionalidad alemana para adoptar la del país que lo acogió. Por su labor filantrópica y a favor del patrimonio natural, recibió la más alta condecoración del Gobierno: la Orden José Matías Delgado. Hoy, el parque es administrado y admirablemente cuidado por el Instituto Salvadoreño de Turismo.
La reserva es la imagen del país, un área de poderosos contrastes. En la parte baja crece una vegetación exuberante, dominada por altos bambúes y 144 especies de árboles, bañados en la humedad tropical.
Las fragancias delatan la presencia de una variedad de flores y frutas. Pero rápidamente se abandona la planicie costera para enfrentar los cerros, de donde se contempla un majestuoso panorama, de los volcanes al océano. En el paisaje se notan por doquier afloramientos de lava, que exhiben intrigantes formas. Bruscamente, una bajada nos lleva al impresionante lecho de la quebrada Los Cubos, casi seca en el verano, aunque depresiones naturales siempre conservan el vital líquido. Una considerable fauna, donde destacan los venados de cola blanca, los tepescuintles y los tigrillos, mora en el parque, dejando numerosas huellas en los caminos.

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